viernes, 13 de junio de 2008

UNA TARDE CUALQUIERA

En la sala de aquella casa donde la inequidad reinaba cuerpos decadentes rebosantes de juventud que solo podían mantenerse en pie al recargarse en otro compañero de fiesta uno de esos cuerpos era el mío que en esos momentos solo era un cumulo de alcohol y humo de tabaco que me recorría al respirar todo en nombre de una supuesta diversión basada en el sexo y el exceso.

Mantenía mi mente lo mas alerta posible tanto como el efecto de aquel vodka me lo permitiera me asaltaban recuerdos de distintas etapas de mi vida desde mi niñez hasta esas tardes de compañía femenina donde la felicidad era plena. Donde todavía soñaba con cosas simples lejanas de esta realidad que tan solo me mantenía desplomado en un diván en un extremo de aquel lugar exuberante en formas que me mantenían entretenido en sus movimientos.

De pronto caí en cuanta que esas sombras eran cuerpos de mujeres que yo conocía. Que creía mantener en estima pero al verlas así tan solo eran unas mujeres sin verdad o la necesidad real de alguien a su lado lo único que evocaba aquella realidad era su necesidad de ser penetradas sin importar quién o en donde lo hiciera mientras fuera esa noche que se sentían libres de hacerlo sin importar que aquella sala se convirtiera en un burdel donde ellas serian las anfitrionas encargadas de satisfacer a los parroquianos en busca de una aventura.

Me dispuse a caminar hacia una de ellas en busca de complacer esos instintos me acerque a la que en esos momentos me pareció ser la más atractiva solo por tener cierto parecido a aquella que ame como a ninguna otra así que en realidad a quien iba a poseer esa noche no era aquella decadente ebria sino al recuerdo tierno y efímero de esa joven que rompió mi corazón.

Pero que mas daba si ella respondía a mis palabras.

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